Hacemos un recorrido por la historia compartida de Telefónica y el Sorteo Extraordinario de Navidad para descubrir como llegaba por teléfono la información del número agraciado a todos los rincones de España.
Sala de Prensa de Alcalá 1 el 22 de diciembre de 1926, fotógrafo: Alfonso. Fuente: Archivo histórico fotográfico de Telefónica.
El Sorteo Extraordinario de Navidad es una tradición de dos siglos y se considera el inicio de las fiestas. Es difícil encontrar una ilusión más compartida por todas las generaciones que ganar el Gordo, ese capricho que la diosa Fortuna manifiesta por boca de los niños del Colegio de San Ildefonso.
Hoy se pueden conocer los premios en tiempo real desde cualquier rincón del mundo, pero esto no fue siempre así. ¿Cómo se enteraban en Madrid, Cádiz o Las Palmas de los resultados a principios del siglo XX? La prensa era el único medio de comunicación de masas. Los corresponsales asistían al sorteo que se celebraba en la antigua Casa de la Moneda (hoy Plaza del Descubrimiento), anotaban los premios a mano y salían corriendo a transmitir esa información a sus publicaciones. Los madrileños lo tenían más fácil porque podían ir a pie o en tranvía. Periódicos como “El Imparcial” o “ABC” confeccionaban grandes carteles con los premios mayores, que exponían en lugares muy transitados como publicidad de sus ediciones especiales. Los periodistas “de provincias” tenían dos opciones, enviar un telegrama o pedir una conferencia de larga distancia desde la única central de la Compañía Peninsular de Teléfonos que permitía hacerlo en Madrid. Este hermoso edificio modernista estaba en Alcalá 1. Al final, los lectores recibían esa información con un día de retraso.
En 1926, la radio comercial era aún muy limitada en España. La Compañía Telefónica, que tenía dos años de vida, organizó un dispositivo especial para facilitar a los periodistas su trabajo, y publicó todos los detalles en el número de enero de 1927 de la Revista Telefónica Española. En ese momento el edificio de Gran Vía estaba en construcción y Alcalá 1 seguía siendo el único locutorio de larga distancia de la capital.
La clave del montaje era una línea telefónica convencional instalada ex profeso entre el salón de sorteos y la citada sala de prensa de la calle de Alcalá. A través de esa línea los periodistas podían recibir en directo las voces de los niños de San Ildefonso.
Telefónica encargó el reportaje gráfico al gran Alfonso. En fotografía de portada podemos ver a los “plumillas” posando de forma relajada para el retrato en grupo. Únicamente los dos que escuchan directamente el sorteo permanecen concentrados a la espera de que salte un premio. El ambiente parece jovial, algo caótico, con multitud de papeles por las mesas, notas arrugadas en el suelo y hasta un sombrero pisoteado.
El Gordo fue muy tempranero ese año. El sorteo se inició a las diez y el premio se cantó a las diez y media, 15 millones de pesetas. En ese momento se produjo una carrera desde la primera planta hasta el locutorio donde se habían habilitado cabinas y 26 líneas dedicadas para que los corresponsales pudieran comunicar de inmediato el número a sus redacciones. Según el reportaje, a las 10:35 se habían cursado todas las conferencias, y proclamaba con orgullo: “a los cinco minutos de haber sido cantado el número en la Casa de la Moneda, era la noticia conocida en todos los rincones de España”.
Cabinas reservadas para la prensa en Alcalá 1, fotógrafo: Alfonso. Fuente: Archivo histórico fotográfico de Telefónica.
En un breve posterior se recogieron numerosas reacciones y comentarios publicados en los medios sobre el servicio de ese día. En “El Comercio” de Gijón se podía leer “hemos recibido con rapidez los numerosísimos despachos urgentes que nuestra redacción en Madrid nos envió. El servicio no pudo ser más rápido ni más perfecto”. Por su parte, “El Diario de Almería” hizo parecidos elogios: “Haciendo honor a la justicia, nos es grato consignar nuestra más efusiva felicitación por su actividad y celo en la transmisión de las noticias relacionadas con la lotería al personal de la Compañía Telefónica, que se ha excedido en su deber”.
Resulta curioso comprobar en este NO-DO de 1956, como treinta años después el montaje para seguir el sorteo seguía siendo muy parecido. Obsérvese la sala de trabajo en la Asociación de la Prensa de Madrid y como se recibe por teléfono la información del número premiado (1:17 en adelante).
La liturgia del sorteo de Navidad no está completa sin la imagen de la alegría de los premiados celebrando su suerte. También entonces los periodistas se lanzaban a entrevistar a los eufóricos afortunados, pero si alguno de ellos se presentaba en Alcalá 1 por su propia voluntad podía estar seguro de acaparar la atención.
Aunque la fotografía no se incluyó en el reportaje, Alfonso tomó esta imagen desde la primera planta. Muestra un corrillo de curiosos en torno al caballero con bigote y bufanda, que según la nota del archivo es un premiado que se presentó en la central. Por la actitud del grupo es muy posible que estuvieran posando para otro fotógrafo situado en la entrada principal.
La central de Alcalá 1 dejó de prestar servicio con la inauguración de Gran Vía a principios de 1930, pero la relación de Telefónica con el sorteo no terminó. Los escaparates del nuevo rascacielos se utilizaron el 22 de diciembre de ese año para publicar grandes carteles con los premios principales.
“La. Compañía Telefónica, rindiendo tributo a la actualidad, y deseosa de corresponder al creciente favor del público, dispuso un servicio telefónico directo con la Dirección General de Loterías, de forma que al minuto de conocerse los números agraciados con los primeros premios, los fue dando al público en sus escaparates.
Durante todo el día, una muchedumbre acudió a nuestra casa, para conocer los números premiados. De lamentar es que todos los que acudieron a saber de su suerte, no se alejaran de nuestros escaparates con la alegría pintada en sus rostros por haber sido favorecidos por la suerte. No fue así, pero el carácter alegre y dicharachero del pueblo de Madrid, sabe consolarse pronto y olvidar los castillos hechos en el aire para volver al trabajo cotidiano hasta la Navidad siguiente, en que, durante unas horas, volveremos a soñar con la riqueza traída por ese azar que se llama Lotería Nacional.”
Fuente: Think Big