El paso de los 24 fps a los 48 fps va a aumentar la calidad del cine, cuyas imágenes tendrán más nitidez y el movimiento será menos borroso.
El cine –o más bien los cines, hablando en concreto de las salas de proyección– se enfrentan a una época de cambios. Necesitan diferenciarse de la oferta de películas en streaming, la piratería y en general el consumo de ocio cinematográfico en el hogar. Y es que anteriormente las salas tenían prácticamente la exclusividad de los títulos, mientras que existía una gran diferencia entre la imagen de sus grandes pantallas y la que arrojaban los televisores en las casas.
La transición de los 24 fps a los 48 fps es una forma de diferenciar la experiencia del cine de la que se puede tener en el hogar. El 3D ha sido otro de los intentos por atraer público a las salas, pero su resultado ha sido desigual. Los 48 fps (frames o fotogramas por segundo) son un cambio distinto, se trata sencillamente de aumentar la calidad de imagen, sin añadir ningún efecto nuevo. Si bien es cierto que se pueden apreciar las diferencias en cualquier pantalla, en los cines esto se acentúa.
El formato de 24 fps es el que se lleva aplicando desde hace un siglo. El cine empezó con las cintas aceleradas a 16 imágenes por segundo, pero pronto cambió a las 24, con las que el movimiento parece natural. En Estados Unidos el estándar se quedó en 30 fps, pero no se ha pasado de ahí. No ha sido porque el ojo humano lo tenga difícil para acostumbrarse, de hecho es capaz de asimilar hasta más de 100 fps.
El principal motivo por el que no se dio el salto a los 48 fps fue el coste. Las cintas de celuloide son caras y meter el doble de imágenes por segundo significaba duplicar también el celuloide necesario. Con la grabación y los proyectores digitales el coste ha dejado de ser un problema.
Una mejora para las escenas de acción
Las ventajas de los 48 fps están en una mayor nitidez de las imágenes. En el movimiento tal vez sea cuando más se nota el cambio. Las escenas de acción parecen más reales y los movimientos rápidos de cámara se asimilan mejor. En general las imágenes movidas son menos borrosas.
El vídeo que se muestra a continuación, en mi opinión, las etiquetas superiores que indican la velocidad de fotogramas, estan cambiados los valores. La imagen de la izquierda correspondería a 48 FPS y la de la derecha a 24 FPS.
La primera película que fue famosa por rodarse y proyectarse en el nuevo formato fue El Hobbit, en su primera entrega, a finales de 2012. Se trataba de una buena cinta para probar esta tecnología debido a las escenas rápidas, casi de videojuego, que llenaban el metraje. Como no podía ser de otra forma hubo –y las sigue habiendo– críticas. Para algunos el paso de los 24 fps a los 48 fps les da como resultado una imagen que parece demasiado real.
Al principio puede parecer que los movimientos son excesivamente rápidos, artificiales, pero esto solo es porque estamos acostumbrados a los 24 fps. Con 48 fps cada fotograma se expone durante menos tiempo a la luz porque se toman más imágenes por segundo, por eso la nitidez de cada frame es mayor. Es lo que ocurre en fotografía, cuanto más bajo es el tiempo de exposición a la luz la imagen sale menos borrosa. Además, las diferencias entre fotogramas son menores, con lo que la transición se hace más llevadera.
Las escenas lentas también se ven realzadas, pues se dobla el número de imágenes, con lo que la precisión es mayor. En esta web se puede ver una representación de cómo funcionan los diferentes formatos, a 24 ó 48 fps, incluso a otras velocidades.
Fuente: Think Big
Imagen Cabecera: Extraida del vídeo